Vaya ya tengo 50 tacos! Miro
atrás, hacia mis inicios en esta especialidad que no conoce ni Dios, que se
llama Nefrología, y no sé ni por qué la elegí. Mi profesor en la Facultad no es
que fuera un ejemplo de excelencia en materia docente. Recuerdo que decíamos
que era tan sabio que, claro, no era capaz de transmitir sus conocimientos a
unos simples estudiantes, algunos de ellos, como era mi caso, llegados
directamente desde una escuela pública de pueblo. Aún así elegí Nefrología y
eso que mi resultado en el MIR me permitía elegir lo que hubiera querido.
Cierto que me gustaba el reto intelectual que suponía entender el equilibrio
ácido-base. Quizás me estimulaba también que todos los compañeros la consideraran
una especialidad difícil. Igual influyó mi tendencia natural a ir contra
corriente. Como ser del Espanyol. La cuestión es que me tiré en plancha.
Tampoco sé por qué escogí para hacer la residencia el Hospital donde había
estudiado y no otro. Quizás lo tenía idealizado. Ciertamente mi experiencia
como estudiante había sido fantástica en un hospital joven con casi mil camas y
donde se respiraba un ambiente fresco y entusiasta. Quizás también hubo un
cierto componente conservador fruto de mis orígenes escasamente cosmopolitas,
por no decir directamente rurales.
Y aterricé en un Servicio donde
prácticamente no conocía a nadie, salvo obviamente del Jefe de aquel momento y
que me había impartido clase. El primer encuentro formal con él se podría
definir como desconcertante para un "pipiolo" como era yo entonces.
Lo olvidé rápido, más aún cuando comprobé la volatilidad del personaje. Y me
dediqué a trabajar. Y a estudiar. Y a escuchar. Y a observar. Era una esponja.
Por suerte el Servicio contaba con unos residentes brillantes y que exigían
mucho esfuerzo para estar a su altura. También había un staff relativamente
joven y un área que, yo no sabía ni que existía, y que era la parte fuerte del
servicio, el trasplante. Allí encontré un buen maestro. De todos modos, en
aquella época ese área no era, ni de lejos, lo fuerte que llegaría a ser partir
de la segunda mitad de los 90. Contribuimos muchos. Cada uno a su manera,
desarrollándose en campos diferentes en un modelo que podríamos calificar de
"autogestión controlada". Algunos cambiaron de aires. Otros se han
jubilado. No se logró como resultado de una planificación estratégica sino
gracias a una suma de factores, muchos de ellos fruto de la casualidad.
Probablemente el más importante fue que nos encontráramos en ese momento y en
ese lugar aquel grupo de personas. Es justo reconocerlo.
Volviendo a coger el hilo de la
reflexión llegamos al punto donde quería. En definitiva terminé desarrollándome
profesionalmente en una patología, el trasplante, que cuando elegí Nefrología
no me despertaba ningún interés. Es cierto que he mantenido una visión muy
integral de la especialidad y que me permite adaptar a las circunstancias con
cierta facilidad.
Aunque la elección de la
especialidad es importante, no hay que obsesionarse. Al final, todo depende de
la competencia y esfuerzo personal y de factores absolutamente aleatorios como
el entorno y los compañeros.