De
vez en cuando, que no a menudo, conviene mirar hacia atrás y ver de dónde
venimos y que hemos hecho, antes de decidir lo que haremos en el futuro. Es
aquello del "parar y templar" de los antiguos comentaristas del
fútbol, cuando el fútbol era en blanco y negro y se jugaba los domingos a las
5 de la tarde. Decía que hay que mirar atrás pero no a menudo, pues abusar del
pasado supone riesgo de melancolía y por tanto de bloqueo. Sin embargo hacerlo
en determinados momentos, puede dar la perspectiva necesaria para no errar con
el próximo objetivo. En mi opinión, esta estrategia es útil a nivel personal
y colectivo.
En los últimos 10 años se ha ido creando una corriente de
opinión sobre el rechazo por anticuerpos que, como mancha de aceite o, mucho
mejor, como una especie de chapapote, ha ensuciado las conciencias de los
médicos de trasplante renal. El dogma de Fe actual es que la causa principal de
pérdida de los riñones trasplantados es el rechazo crónico humoral o mediado
por anticuerpos como consecuencia de las estrategias de minimización de
inmunosupresión. Es el problema de las medias verdades. Sólo recordar que los
principales estudios utilizados por los predicadores de este dogma o bien
incluyen poblaciones con muy elevada frecuencia de sensibilización HLA o bien
simplemente pacientes que no toman la medicación de forma adecuada. Pues bien, este concepto
tóxico no se discute. No se discute a pesar de que todas y cada una de las
estrategias dirigidas a tratar este fenómeno han fracasado. La idea que se
transmite es que fracasan porque no se estratifica correctamente la población,
que hay que disponer del microscopio molecular, que si los anticuerpos deben
fijar complemento, que si tal subtipo de IgG, que si es demasiado tarde, que si
... .. igual simplemente fracasan porque el concepto es erróneo. Y además es
menos frecuente de lo que dicen, lo que concordaría con las dificultades de encontrar
pacientes que cumplan criterios para participar en los estudios de intervención
terapéutica. Pero no, se continua retorciendo el concepto y buscando fórmulas
mágicas de predicción o de estratificación. La consecuencia de todo este
despropósito no es menor. Actualmente los pacientes reciben mucha más carga de
inmunosupresión por el temor al rechazo crónico humoral. Todos los pacientes son
sospechosos de ser altamente aloreactivos. Incluso aquellos sin anticuerpos, no
es que no tengan, sino que los tienen "ocultos". Todo esto empieza a
tener consecuencias: hay algunos registros que ya apuntan a que el cáncer ha
superado a los problemas cardiovasculares como primera causa de muerte en
pacientes trasplantados. Parece pasado de moda defender la
"serendipity" en el manejo de la inmunosupresión. Por un momento creo
que probablemente estoy desfasado, que si tengo esta manía innata de ir
contracorriente, que me pierde. Pero entonces llega el Lunes, voy a la consulta
y me doy cuenta que aquello que hacíamos y que sigo haciendo no va nada mal.
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